Wall-E


Con esta nueva cinta de Pixar queda un aspecto muy claro: pocos saben contar historias como ellos (por no decir nadie). Es por demás evidente esta situación, dado la carencia de frescura en la mayoría de las cintas en cartelera, aunque ese fenómeno lleva cuando menos 2 o 3 años de antigüedad. Incluso esas cintas de supuesta originalidad, vagan en lo mediocre (además que es cuestión de revisar cintas históricas para ver como ya lo habían contado y mejor) Intentando encontrar argumentos que podrían debilitar la fuerza de Pixar para contar historias, puede ser cierto que el cine animado da muchas más posibilidades en diferentes entornos. El retorno a la niñez y/o a la inocencia deriva mucho, no solo de las caricaturas, sino de las historias y su manera de relatarlas, lo que nos puede transmitir, el sentimiento que surge y, ahora, la reflexión de la vida adulta.

¿Es ventaja que se trate de cine animado? No, no lo es. El publico meta de estas cintas, en el caso Pixar, no es siempre quien más disfruta sus historias. Todos veneran al estudio y con justa razón, sus historias quieren trascender de ser un mero entretenimiento y aportar algo a los niños y adultos.

Wall-E es el único robot funcionando en una tierra apocalíptica, desolada y abandonada por el exceso de contaminación, un lugar no habitable para los humanos, quienes vagan por el espacio a bordo de una gigantesca nave y cuya fisonomía se ha deformado para convertirlos en masas gelatinosas, interactuando con toda la maquinaría que los sostiene, nunca en contacto directo. Wall-E resiente tanta soledad, trata de interactuar con todo su entorno, descubriendo su funcionamiento con una curiosidad que simplemente es irresistible. Añora la compañía de alguien, de algo, de un significado. Sin embargo, es feliz con lo que hace, o cuando menos eso creía hasta la aparición de Eva, otro robot que llega a la tierra en misión de reconocimiento, analizando el entorno y verificando su es de nuevo habitable.

A partir de ese momento, Wall-E se enfrascara con mucha determinación en una sola meta, la aceptación y el aprecio de Eva

La curiosidad es una característica de la inocencia, del cuestionamiento, de la interacción con el entorno. El pequeño robot desea la interacción de tal forma, que una vez la encuentra, es incapaz de dejarla ir. No por la soledad, o por el egoísmo (digo, si el robot puede desarrollar ciertos sentimientos, puede desarrollar otros), sino porque es un mecanismo casi instintivo, es un medio para sobrevivir en su entorno.

En aspectos técnicos, todo lo visto en pantalla es simplemente asombroso, varias secuencias que bien podrían incluirse en los anaqueles de la historia del cine. Escenas de una perfección técnica, escenarios y personajes trazados de manera que cada expresión pueda denotar su personalidad. Los guiños del robot tienen tanta emoción que no necesita hablar para definir su sentir. Hay referencias por todos lados, con la sutilidad que se necesita para no ser un plagio.

Entendiendo y respetando el hecho de que no importa lo bien que se vea en pantalla si no cuenta con el respaldo sólido de una historia (como las de Mr. Bay), la historia contada en Wall-E es una historia de amor, una emocionante, cruel, angustiante y maravillosa historia de amor. Una de la que todos nos hacemos participes, deseosos de una conclusión positiva pero digna. Aunque es una película sumamente entretenida (además), la última sensación es de mucha tristeza. El robot nos ha transportado al momento en que uno es feliz donde esta, donde uno puede disfrutar lo que hace y donde las siguientes experiencias serán emotivas, dolorosas que concluirán de forma espectacular, revelándonos que el miedo a desarrollarse es natural, pero no es prohibitivo.

Si siguiera describiendo alabanzas, simplemente no terminaría. Ya no solo es cine (que será una de las 3 mejores películas del año), es una experiencia espectacular y única, digna de sufrirse y disfrutarse.

Calif: 10/10